domingo, 16 de marzo de 2008

¿Cuál es el verdadero fundamento del conocimiento?

Si pudiésemos viajar al pasado y participar de la revolución de la cosmovisión por la cual estaba atravesando la sociedad de la época medieval, seríamos capaces de comprender que el grado de estremecimiento cultural fue de tal profundidad, que caló hasta lo más personal de cada ser individual. Sin duda no debió, ni debe ser fácil, caer en el cuestionamiento –por decir lo menos- de lo que significa nuestra propia existencia en el universo. El derrumbe de los principios instaurados por la religión católica, que daba respuesta a estas inquietudes transcendentales, pusieron a la humanidad en tal posición, que no vio más remedio que buscar respuestas por sí misma.

Con el nacimiento de una metodología apta para estudiar los fenómenos que quedaron desprovistos de explicación, la humanidad encontró una herramienta para empezar a sacar sus propias conclusiones a través de los hechos, y así encontrar por si misma la verdad detrás del misterio de la vida. El surgimiento del método científico fue sin duda el pilar fundamental de todo el proceso de redescubrimiento.

Tomando en consideración los anterior volvemos a la pregunta inicial, ¿cuál es el verdadero fundamento del conocimiento?. Esta fuerte interrogante dio inicio nada más y nada menos, que a lo que hoy llamamos filosofía moderna y se manifestó desde un principio con dos corrientes fundamentales: aquellos que sostenían que el conocimiento es fruto de la experiencia, “Los Empiristas”, y los que consideraban al razonamiento como sustento del conocimiento, “Los Racionalistas”.

Ahora bien; en aquel entonces predominaba el silogismo de Aristóteles como forma de explicar los fenómenos. Este representaba un razonamiento deductivo que se basaba en la existencia de verdades generales (una premisa mayor) para, descendiendo de ésta, explicar alguna situación en particular. Ejemplo de esto es la condición de que “todos los seres vivos necesitan alimento para sobrevivir”. De esta premisa mayor, se deduce por tanto que los seres humanos, por ser seres vivos, precisan de alimento.

Un contemporáneo de la época, fundador del empirismo, Francis Bacon, se cuestionará, ¿pero como sabemos que la premisa mayor es verdadera? Solamente porque lo hemos observado de manera reiterada. Por lo tanto, porque así lo indica la experiencia. Por tanto la verdad es que, no hay verdades generales que no se sustenten en sus correspondientes verdades particulares. Esto es exactamente el proceso inverso de la lógica silogística: la inducción de conclusiones por medio de la experimentación.

Si bien el razonamiento de Bacon es absolutamente lógico, es una manera de observar las cosas, como propondrá René Descartes. Habiendo recibido una educación jesuita privilegiada, caerá en cuenta de que el silogismo sólo servía para explicar los fenómenos ya conocidos que para investigar la verdad. Al igual que Bacon, reconocerá que si uno pone en duda la premisa mayor, el silogismo pierde su utilidad. Mientras estudiaba cayó en la cuenta de que, a través del proceso lógico que lo llevaba a solucionar problemas de geometría, que se basaban en principios simples, claros y evidentes para deducir relaciones más complejas, razonó que la filosofía de la misma manera podría echar mano a principios o causas primeras para deducir conocimiento.

Pero ahora, ¿qué podemos asumir como verdad simple, clara y evidente? La intuición y el buen sentido, las cosas que mejor repartidas están en este mundo, asume se pueden utilizar para definir las cosas que concebimos muy clara y distintivamente y que por lo tanto son verdaderas. Con este razonamiento en mente, es capaz de instaurar su primer principio incuestionable, que se presenta como el célebre cogito cartesiano, en donde argumenta…” si dudo, pienso; y si pienso, no puedo desconocer que como sujeto pensante, existo”… Pero es preciso en advertir a su vez que no puede aseverar alguna propiedad de su entorno físico, o cuerpo, ya que sus sentidos afirma, no son de fiar. Es claro en señalar este fenómeno al exponer que como seres pensantes no somos capaces de distinguir entre sueño y vigilia, y con el familiar suceso de que personas que carecen de algún miembro, aún así son capaces de sentir dolor en esa extremidad perdida. De esta forma asegura que los sentidos no son capaces de asegurarnos el acceso a la verdad.

Mediante la instauración de estos dos principios, la calidad escéptica y dubitativa de su análisis y la inherente capacidad pensante del ser, realiza un giro filosófico fundamental que hace al ser humano el centro de su filosofía. Justamente, partiendo de una base absolutamente escéptica de todo conocimiento previo, hace del no saber, el fundamento del saber. Sin embargo, como constató anteriormente, reconoce que este ser pensante carece de materialidad, es sólo alma y mente, posee conciencia pura y como tal, prescinde de toda corporeidad.

La piedra angular de su reflexión lo constituye entonces la marcada división que introduce: lo real queda ontológicamente (del ser) escindido desde el comienzo. Reconoce la distinción entre conciencia y materia, alma y cuerpo. De esta forma su filosofía queda instaurada bajo su dualismo ontológico.

No en vano se considera a Descartes el fundador de la filosofía moderna. No trata de excluir el recurso de la fe, sino la sustituye por la duda, y la coloca en el trono del fundamento del conocimiento moderno. Se trata de dudar de todo lo que suponemos como cierto ante la posibilidad de que pudiese no serlo.

A pesar de las diferencias entre el empirismo y el racionalismo, los empiristas reconocerán la validez de la separación postulada por el dualismo ontológico; entre conciencia y realidad objetiva. De esta forma, el establecimiento de esta matriz de análisis ontológico sujeto-objeto no sólo redefinirá el espacio dentro del cual se tejerán y enfrentaran las diferencias entre estas dos corrientes en el futuro, sino que será determinante del fundamento dentro del cual los empiristas tratarán de redefinir lo real y abordarán el problema del conocimiento.

* Es interesante resaltar que dentro de esta matriz de análisis ontológica, Descartes es capaz de justificar la existencia de Dios (un alivio para los creyentes), y lo hace obviamente mediante una deducción racional………tarea para la casa.

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